Como “crème de la crème” pero del subdesarrollo. Crema, también como la parte grasa de la leche. Eso es Cremadecrema: lo mejor de lo mejor de mí, pero también mi lado más insoportable y grasa.
Así se autodefine Mora “La Crema” Kirchner. Una artista millennial un tanto excéntrica pero también un poco minitah, a la que todo le parte el corazón.
A los 16 años, se mudó sola de La Cumbre, Córdoba a Francia, luego se mudó a Buenos Aires, donde vivió casi 9 años. Durante ese tiempo, comenzó a desarrollar su identidad artística, Cremadecrema. Estudió Artes Combinadas y Fotografía, se involucró en múltiples proyectos de arte y realizó sus primeras muestras de arte.
A los 25 se rompió un brazo. Ese día le dijeron que uno no empieza realmente a vivir hasta que se rompe el primer hueso. Y se dio cuenta que la vida tampoco empieza hasta que un día alguien te rompe el corazón.
Especializada en la intervención de fotografía digital, sus técnicas más utilizadas son el collage digital y el glitch provocado.
Sus últimos trabajos giran torno a un eje inquietante y cautivante al mismo tiempo; la provocación hecha retrato. Los autorretratos como la forma más sincera de mostrarse frente a una cámara. Son fotos que coquetean entre la realidad y lo imaginario, como un punto de encuentro entre el mundo real y un mundo paralelo.
Estas series representan la manera de sentir en la era digital. Todas ellas son el amor, el desamor, la lujuria, el deseo y la entrega en tiempos de software. Usa boca como fuente y medio de todos esos sentimientos, afectada por el glitch social; el error del sistema de esta generación emocionalmente disfuncional.
Como artista nacida en los ’90 tiene una relación y una pertenencia innegable e inevitable con el mundo digital, las redes sociales, lo inmediato, lo efímero, lo virtual, lo físicamente irreal y casi inexistente. Lleva ese modo de vida y comunicación dentro, le corre por las venas, y le parte el corazón.
Efectivamente, desde que se rompió ese hueso, su vida se dio vuelta como un panqueque. Expuso en Londres, donde conoció un danés por Tinder con el que flasheó amor y decidieron mudarse juntos a Berlín. Apenas llegaron empezó a exponer sus obras y así también de rápido se dio cuenta que estaba enamorada de la ciudad pero de su novio no.
En su blog Cremadecrema.blog nos cuenta de la vida después del desamor. Nos cuenta con humor y dolor cómo es separarse y volver a exponerse en el mercado de Tinder en un país donde ni siquiera el idioma te hace match. Nos cuenta cómo a partir de una historia de amor horrible encontró lo que vino a buscar a Berlín; esa vida después del no amor.
Como sus fotos, son crónicas inquietantes y cautivantes, provocadoras. Ella describe sus textos como “las desventuras de una chica intensa en un Berlín doblemente intenso”.