Espacio Pla abre el ciclo 2018 con dos exposiciones temporales en simultáneo; se trata de Lapso de Hernán Soriano, con la curaduría de Maximiliano Turri, y Memoria magnética de Jorge Crowe, con la curaduría de Malena Souto Arena, en planta alta y planta baja, respectivamente.
En Lapso, Soriano presenta un conjunto de 11 obras a medio camino entre la escultura, el assemblage y la instalación. Las obras realizadas con elementos descartados, en desuso, cargados de tiempo, forman extraños sistemas de singular belleza. Las obras/sistemas requieren la participación del público: deben ser activadas para revelar la verdadera naturaleza de su existencia: generar sonidos. Profundos, inquietantes, extraños y familiares a la vez, los sonidos emitidos desarrollan herméticos diálogos entre sí, una sonoridad en principio caótica, donde lo emocional y las vivencias sonoras vitales conectan con el espectador, para transportarlo a los límites de sus recuerdos, evocaciones y emociones.
Además, Hernán Soriano presenta un site specific en una habitación contigua. En ellas distintas formas emergen de la trama que cubren las paredes de la habitación, como presencias anómalas, que revelan y a la vez ocultan sensaciones, imágenes de recuerdos y hechos al límite de lo familiar y lo excéntrico.
Por su parte, Memoria magnética del artista Jorge Crowe, abre el juego con una pregunta que devela inquietudes afines en ambas muestras, a saber, ¿Por qué un creador insiste y persiste en animar y otorgarle una existencia a ciertos objetos técnicos de un tiempo en suspenso?
Muchos de los objetos en Memoria magnética fueron diseñados con el fin de ser parte de potenciales máquinas para el consumo doméstico. Si bien fueron descartados, permanecieron atesorados en un hogar de reserva electrónica que los acogió aunque devinieran desperdicio. Existe entre nosotros una suerte de páramo que contiene la memoria de un pasado técnico que es rescatado en esta exhibición. El creador que nos reúne en esta muestra, ofrenda algo de esa magia contenida en cada uno de esos objetos técnicos que habían quedado a la espera de quién sabe qué.
Jorge Crowe les otorga un cuerpo vivo, los anima, aunque con una particularidad única y singular: la de poder hablar y dialogar como ellos, lejos de ser un simple interlocutor que se vale de la máquina para hablar de sí mismo. Ser como ellos, sentir la fibra de cada uno de sus signos vitales. Reanimar esos tesoros y ser animado por ellos. Su verdadero oficio se trata de eso: una suerte de artista-técnicoalquimista que puja los límites del material que manipula para otorgarle una existencia impensada.
El electroartesano se sirve de la grabación magnética para entregarle un cuerpo al sonido, un cuerpo que brilla y vibra. Jorge Crowe presenta una serie de máquinas que a modo de corazón abierto develan su funcionamiento y aquellos engranajes que hacen posible el accionar del sonido. El fantasma del streaming se vuelve tangible, el acto de la escucha y la fuente usualmente inmaterial, se manifiesta y concretiza. Somos invitados a escuchar una imagen, ver un sonido: atender a la sinestesia.