¿Cuántas veces dijiste que la imagen de una publicidad era “puro Photoshop”? Detrás de las cámaras y el diseño, también hay artistas como Anna Keville Joyce, la Food Stylist que deslumbró con sus creaciones realizadas con comidas. Obras de arte que desmitifican las teorías conservadoras del uso responsable de los alimentos. Impoluta, delicada y cuidadosa como pocos, Anna presenta el mundo culinario con tal precisión y calidad, que sus piezas son más lindas que la comida en vivo. Le hicimos cinco preguntas para adentrarnos en su mundo. Bon appetit.
Cuando éramos niños, tanto en la cena como en el almuerzo, nuestros padres solían decir: “No juegues con la comida” ya que simbolizaba algo “sagrado”. ¿Cómo crees que fue mutando esta idea con la entrada del Food Styling?
Creo que hay que distinguir las disciplinas. En el Food Styling clásico, no hay una tendencia hacia “jugar” sino a lograr una especie de presentación que inspire apetito por su apecto. Food Art, en cambio, sí es un juego en el que la dinámica no busca simplemente lo estético y atractivo. He recibido bastantes críticas sobre el “desperdicio” de comida. Siempre me resultó un tanto irónico si se quiere, considerando que otras ramas del arte desperdician elementos que ni siquiera son biodegradables y en cantidades más exageradas. Me permito creer que en todo tipo de arte existe un porcentaje de desperdicio digamos. Pero, a la vez, crean, alegran y le dan color y significado a la vida de todos. Creo que es más una inversión que un desperdicio.
¿Cuáles son los alimentos con los que más disfrutas trabajar?
Tanto en Food Styling como en Food Art, me gustan más aquellos proyectos que involucran una mirada más “escultural”. Que están compuestos de muchos elementos diversos que se pueden ir modificando. Los trabajos o elementos más estáticos no me tientan demasiado. Como la panadería por ejemplo. Después de que se cocina, ya no hay tanto camino artístico de modificación.
¿Hay mucho ensayo y error cuando los alimentos deben reflejar el movimiento para un video?
En esos casos depende mucho de la producción, sus requisitos y sus fines. En general, a la hora de filmar comida, hay muchas pruebas y ensayos, y luego muchas correcciones y ajustes. Además, tenemos que recabar la mayor cantidad de tomas posibles para cada acción. Siempre es mejor cuando se retoca lo menos posible, pero hay casos y casos.
Te formaste en antropología. ¿Qué conservás de esos estudios?
Mucho. Soy licenciada en antropología socio cultural – me titulé en EE.UU.- Creo que conservo mucho porque una de las características esenciales de la antropología es la observación y la celebración de las similitudes y diferencias que tenemos en la raza humana. La comida en su manifestación social, es una de las más claras expresiones de esto. En mi caso, vivir y florecer como extranjera en otro país, ya es parte de esa formación que conecta la cultura, la comida y el arte. Tengo varios proyectos y sueños que van por ese camino.
¿Cuáles son los must de Anna para que una producción y/o imagen funcione?
Todas las producciones tienen sus propios y diferentes fines y eso es lo que hay que lograr. Ese sería el desafío principal de una Food Stylist, ser flexible a los cambios e imprevistos. Sin embargo, la comida tiene su propia vida y energía, sus características más intrínsecas que la hace diferente a cualquier otro tipo de elemento (un auto, por ejemplo). Me esmero por que la comida esté y se vea lo más fresca, viva y real posible. Más allá de la estética de la imagen, creo que todos los seres humanos intuimos la desarmonía aunque no nos demos cuenta del porqué, el cómo ni el dónde.
#AlimentoFavorito
Mi comida favorita desde siempre: el arándano.